14/04/2016 David

Oda al sofá

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Oda al sofá


En una entrada anterior hablaba de los motivos por los que había decidido cambiarme a los apartamentos a la hora de viajar en lugar de optar por un hotel. Hablaba de que te dan mayor libertad, de que te sientes más integrado en el destino que visitas, y por supuesto también del precio. Pero hay un motivo oculto que comparto hoy con vosotros, algo que no existe prácticamente en las habitaciones de hotel asequibles para un mortal, para alguien que no viaja de suite en suite por el mundo, algo que sin embargo encontramos en todos los apartamentos que alquilemos: el sofá.

Lo admito, me declaro incondicional de los sofás, amante de esos mullidos, confortables y envolventes oasis del descanso. Qué sensación esa de llegar a casa tras un largo día y dejarse abrazar por su suave tela o su pegajoso escay. Lo mismo te sirve para una agradable conversación que para una siesta de las de soñar, o para ver una película hasta entrada la madrugada. Maravillosos e incondicionales acompañantes de nuestros salones, siempre están ahí pase lo que pase, para recibirnos con el mejor de sus acolchados. Tan habituales en nuestras vidas que no somos conscientes de lo mucho que los echamos de menos hasta que pasamos un fin de semana largo en un hotel sin sentarnos en uno.

Sofás, más mullidos y más duros, grandes y pequeños, caros y baratos, de tela y de piel, gracias. Gracias por hacerme la vida más cómoda, por acogerme entre vuestros cojines, gracias por estar ahí, en ese apartamento que me recibirá en mi próxima escapada.

¿Y tú? ¿También eres un incondicional de los sofás? ¿Al llegar a casa se te ilumina la cara y se te pone una sonrisa cuando te sientas en el tuyo? Déjale aquí unas palabras de agradecimiento y haz pública la devoción que sientes por él.

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