De cómo disfruté mi primer fin de semana colaborativo y no tengo ni una sola foto de él
En un extraño arranque de lucidez de esos que me dan de vez en cuando, la semana pasada pensé: “Si somos una página de economía colaborativa, ¿por qué no intentar hacer un fin de semana completamente colaborativo?”.
Y el caso es que todo parecía tener sentido en mi cabeza. Contento como un niño pequeño, me puse a buscar todo lo necesario para llevar a cabo con éxito mi plan. Era fácil: solo iba a necesitar compartir un coche, encontrar un apartamento y por último un plan turístico que me ofreciese alguna experiencia diferente y enriquecedora.
Ahora me faltaba el donde. Soy muy fan de viajar solo. Si no lo habéis probado aún, os lo recomiendo. Es una sensación indescriptible el tener total libertad para ir donde quieras en una ciudad que no conoces demasiado. Te abres mucho más a la gente y descubres rincones en los que nunca hubieses estado si fueses acompañado. Eso sí, hay que organizar bien todo y escoger con cuidado la ciudad, porque como te equivoques corres el riesgo de aburrirte hasta límites insospechados. Y llamadme loco si queréis, pero yo no quería aburrirme… así que escogí Granada.
Granada, qué hermosa eres. Vía Flickr – Alexei Malutin
Quedé con el conductor del coche compartido en Atocha, donde también le estaban esperando Alberto, ingeniero informático que iba a ver a su novia; y María, diseñadora gráfica que estaba disfrutando de unas merecidas vacaciones después de todo un año de trabajar sin parar. El conductor, Juan, era un hombre de mediana edad que se volvía a Granada después de haber tenido unas reuniones de negocios en Madrid. Y allí íbamos, cada uno de nuestra madre y nuestro padre y con cinco horas juntos por delante.
La verdad es que el viaje transcurrió con mucha naturalidad. Al principio aquello parecía una primera cita con preguntas típicas: “¿en qué trabajas?”, “¿qué música te gusta?”, “¿de qué equipo eres?”… pero luego una vez roto el hielo (y con unos cuántos kilómetros a nuestras espaldas) empezaron los chascarrillos y las bromas. María se destapó como una contadora de chistes espectacular, y Juan nos estuvo contando anécdotas que había tenido con algunos clientes durante todos estos años. Alberto, el más tímido, también se unió a nuestras bromas. Eso sí, después de dar la cabezada de rigor en el coche, que según él ya es casi una tradición.
Este podría haber sido nuestro coche… pero no hubo suerte. Bueno, de tamaño no se quedaba muy lejos.
El tiempo pasó muy rápido y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos en Granada. Nos despedimos, nos deseamos suerte y me puse manos a la obra, ahora tenía que encontrar mi casa para estos días.
Preguntando se llega a todos los sitios y la gente de Granada (bendita su paciencia) me explicó como llegar a casa de Lucía, la anfitriona. Alquilé una habitación en su casa y me acogieron como si me conociesen de toda la vida. De hecho, se portaron estupendamente y después de mi cabezada de rigor (ahora me tocaba a mi) me llevaron a dar un paseo por el centro y a disfrutar del tan famoso tapeo granadino.
Y es en ese momento, como pone en el título, que me quede sin todas las fotos que estaba haciendo. Entre tapa y tapa, y caña y caña, mi móvil decidió darse un chapuzón en una cerveza bien fresquita.
Al día siguiente, un poco de turismo convencional y ya entrada la tarde-noche, me encontré con Vanesa para hacer uno de los planes más extravagantes de mi vida: una visita nocturna-teatralizada al cementerio de Granada. No voy a ir de valiente, digamos que iba un poco “nervioso”. Pero la verdad es que pronto se me pasó y gracias a la interpretación del actor fue una experiencia inolvidable, donde nos explicó los mitos que había en torno al cementerio en la Granada de 1804.
Llegó el momento de despedidas, abrazos y un nuevo viaje en un coche compartido, esta vez con Luis, un tipo bastante agradable que iba a ver a su hermano a Madrid.
En definitiva, la experiencia del fin de semana colaborativo (a pesar del pequeño baño de mi móvil) ha sido muy buena. Sin duda que volveré a repetir la experiencia y, seguro que os la volveré a contar. Eso sí, esta vez con fotos. Y esta vez reservando el coche compartido, el apartamento y el plan turístico en Kolaboo.com