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Cómo dejar de USAR la economía colaborativa para SER la economía colaborativa.
Es un día cualquiera del mes de abril de 2016.
Ana se levanta por la mañana y decide hacer un viaje para ver a sus padres y su hermano. Abre el ordenador y se dispone a buscar un coche que le lleve desde Madrid hasta Gijón, donde vive el resto de su familia. A estas alturas de la película, Ana tiene varias páginas de cabecera (entre las que por supuesto está Kolaboo. O eso nos ha dicho ella) donde buscar a gente que comparte su coche para viajar. Incluso ya conoce a alguno que otro de haber hecho viajes anteriores. De hecho ella alguna vez también ha compartido apartamento con sus amigas cuando se han ido de vacaciones. En definitiva, le gusta la economía colaborativa porque a la vez que ahorra siente que todo es mucho más familiar, más auténtico.
Una vez reservado el viaje, se pone a hacer la maleta pensando en sus cosas, cuando una duda le viene a la cabeza: ¿qué pasa si no “tienes tierras” como diría su abuela? Ni coche que compartir, ni casa que alquilar… ¿Significa eso que sólo puedes ser un usuario pasivo de la economía colaborativa?
¡Ni mucho menos!
Lo bueno de la economía colaborativa es que no solo depende de que la gente posea cosas físicas para compartir con otros. Las aptitudes personales de cada uno también son algo que puede compartirse. Cada vez hay más plataformas que se dedican a ofrecer cursos donde la gente enseña a otros. No es raro ver cursos de idiomas, de introducción y perfeccionamiento en programas de retoque fotográfico o, incluso, de cómo triunfar en Instagram. Todo tiene cabida y todo tiene salida porque siempre habrá alguien dispuesto a aprender.
Pero no solo de enseñar vive el hombre y también hay otra clase de aptitudes que pueden formar parte de todo esto que ahora está tan de moda, la economía colaborativa. La cocina es una de ellas, y últimamente están apareciendo varias páginas donde la gente pone su casa y cocina para otros. Incluso después a veces salen de fiesta juntos. Es una muy buena manera de conocer a gente nueva, pasar un buen rato y comer como si estuvieses en tu casa. Vaya, un win win total que diría la gente que sabe de números.
Así que la única receta que hace falta para dejar de USAR la economía colaborativa y empezar a SER la economía colaborativa es tener muchas ganas. ¡A compartir!